Lisseth C. Torrealba R.

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domingo, 17 de enero de 2010

¿Què es un ONGs?

 ONGs
Una organización no gubernamental (tanto en singular como en plural ONG) es una entidad de carácter privado, con fines y objetivos humanitarios y sociales definidos por sus integrantes, creada independientemente de los gobiernos locales, regionales y nacionales, así como también de organismos internacionales.
Jurídicamente adopta diferentes estatus, tales como asociación, fundación, corporación y cooperativa, entre otras formas. Al conjunto del sector que integran las ONG se le denomina de diferentes formas, tales como organizaciones de la sociedad civil, sector voluntario, sector no lucrativo, sector solidario, economía social, tercer sector y sector social. Su membresía está compuesta por voluntarios. Internamente pueden tener un bajo o alto grado de organización. El financiamiento de actividades, generalmente, proviene de diversas fuentes: personas particulares, Estados, organismos internacionales, empresas, otras ONG, etc.
La expresión Organizaciones no Gubernamentales (ONG) nació a raíz de la invitación recibida por algunas organizaciones sociales por parte de la ONU en la década de 1960, para asistir sus asambleas como invitadas. Dado que la ONU es una organización de estados se buscó diferenciar los niveles.[1]
Àmbitos de acción [editar]Las ONG tienen como radio de acción desde un nivel local a uno internacional. Cubren una gran variedad de temas y ámbitos que definen su trabajo y desarrollo. Dichos temas están relacionados con ayuda humanitaria, salud pública, investigación, desarrollo económico, desarrollo humano, cultura, derechos humanos, transferencia tecnológica, ecología ,etc.
No tratan de reemplazar las acciones de los Estados u organismos internacionales en sus correspondientes países sino de cubrir y ayudar en aquellas áreas en las cuales no existen políticas sociales o económicas, o bien cuando estas políticas resultan insatisfactorias para algunos grupos de la sociedad. También denuncian las infracciones de los gobiernos, la corrupción y los abusos.
Tipos de ONG [editar]Una clasificación usada para los tipos de ONG, puede ser:
1.Organizaciones voluntarias
2.Agencias y organismos de servicios no lucrativos
3.Organizaciones comunitarias o populares
4.Organizaciones no gubernamentales para el desarrollo (ONGD)
5.Organizaciones de Inmigración
Algunas actividades a nivel internacional afrontadas por las ONG son:
Garantías de la aplicación de tratados internacionales humanitarios.
Promoción y denuncia de los abusos de los derechos humanos.
Vivienda social.
Ayuda humanitaria.
Protección del medio ambiente.
Laborales y medioambientales.
Cooperación para el desarrollo.
Ayuda a la infancia.
Ayuda y orientación a la Tercera Edad.
Inmigración.
Gestión de riesgos de desastres.
Comunicación para el desarrollo.
Participación ciudadana.

Educaciòn para el desarrollo

La tesis es que la Educación para el Desarrollo es un aspecto importantísimo de la cooperación que ha sido incomprensiblemente relegado a un rincón. La cooperación con mayúsculas tiene dos estrategias transformadoras: Los proyectos sobre el terreno, y los proyectos de E.D. Hace años que se habla del fracaso de los proyectos productivos, de los peligros de la ayuda alimentaria, de los errores y la fatiga de la cooperación sobre el terreno. Sin embargo, se insiste con tozudez, en dedicarle el 90%de nuestros menguados recursos. A estas alturas, deberíamos saber que no bastan los proyectos sobre el terreno para acabar con las desigualdades, ni son nuestros conocimientos técnicos, suficientes o adecuados para sacar a otros del “subdesarrollo”. Cooperar es el porvenir siempre y cuando se apoye en las bases de la Educación para el Desarrollo tanto o más que en las acciones sobre el terreno, de las que en muchas ocasiones, si no en todas, habría que incluir acciones de E.D. para los trabajos de relación, formación y fortalecimiento del tejido social de cooperantes y de quienes participan como beneficiarios en las acciones de cooperación. La única vía de acabar con la fatiga de la cooperación es impugnar el modelo de desarrollo hegemónico, modificar los conocimientos, percepciones y actitudes en aquellos países que determinan las relaciones Norte-Sur. Describir y criticar los modelos de desarrollo y las prácticas de cooperación sobre el terreno, son perspectivas que hay que integrar en los programas de formación y sensibilización de la opinión pública.
Cooperar sin tener una formación global y unas pautas específicas sobre la comunidad o el país en que se va actuar puede que sea el porvenir más desastroso jamás pensado. Este suele ser el peligro que corren los programas de viajes juveniles, del mes de trabajo de los viajes de solidaridad o de las políticas oficiales que intentan acabar con la desocupación en el Norte enviando a estas personas a hacer algo en el Sur. En muchos de estos casos la preparación es mínima o brilla por su ausencia.
 De este modo, se corre el riesgo de considerar el Sur como un depósito de vacaciones exóticas, de esnobismo intercultural, de experiencias fuertes, una oportunidad para todo Ministerio de Trabajo del Norte que quiera vestir la ocupación temporal de cooperación técnica y solidaridad internacional.
Desde esa prespectiva, el Sur se puede convertir en remedio de los males de personas y organizaciones del Norte que por su falta de formación en E.D. dejan sin remedio o incluso agravan todos los males del Sur.
A otros colectivos les toca peor suerte aún, como es dejar la vida en las playas del Sur donde 16 km.. de estrechez mental, separan la prepotencia, la incultura y el egoísmo, de la convivencia, de la riqueza del mestizaje cultural y de la participación en los derechos humanos. Debemos quitar la careta a este todopoderoso Mercado que provoca el crecimiento de la concentración de capital, de los conflictos, de la desigualdad en todas partes del planeta. Así, se pondrán los medios necesarios para que el Desarrollo Humano sea el modelo capaz de oponerse al neoliberalismo, y tendremos la oportunidad de construir sociedades más justas y generosas. Ese es el vuelco que la E.D. tiene que provocar en las estructuras del Norte y en las relaciones Norte-Sur.

DESARROLLO, COOPERACIÓN Y EDUCACIÓN

 El marco histórico Dos son los factores claves que determinan el carácter de los conceptos de desarrollo, cooperación y educación:
a) La “guerra fría” propiciada por la división del mundo en dos bloques enfrentados y antagónicos.
b) Independencia política de buen número de países de Asia y Africa. Al término de la II Guerra Mundial surge la Organización de Naciones Unidas con el propósito fundamental de regular los problemas de posguerra y garantizar la paz mundial. Sin embargo, los años posteriores a 1945 supusieron la afirmación de dos sistemas políticos y económicos diametralmente opuestos que facilitaría la división en dos grandes bloques -Este/Oeste- enfrentados en lo que se denominó “guerra fría”. Éste constituyó un período plagado de tensiones, algunas de las cuales desembocaron en conflictos bélicos localizados espacialmente, caso de Corea o Vietnam... y aprovechados como escenarios de enfrentamiento entre los bloques que persiguen aumentar sus áreas de influencia respectivas. Las décadas siguientes fueron testigos de otros importantes acontecimientos. Es el momento de la emancipación de buen número de pueblos colonizados de África y Asia. La herencia colonial ha dejado un legado de desestructuración social, problemas económicos, crisis cultural y pérdida de identidad. Los nuevos estados deben hacer frente a todas estas cuestiones en un sistema internacional que les relega al papel de proveedores de materias primas y les sitúa en un segundo plano en el terreno del comercio internacional.
Los vínculos establecidos con las metrópolis eran tan fuertes que continuaron operando, dejando un escaso margen de maniobra a los nuevos estados y configurando un nuevo sistema neocolonialista. La nueva realidad que se conforma, pone de manifiesto el injusto reparto de la riqueza en el mundo, la brecha existente entre el Norte “desarrollado” e industrializado, y el Sur, empobrecido y “subdesarrollado”. Esta grave situación fue denunciada en la Conferencia de Bandung (1955) a raíz de la cual nace el Movimiento de Países No Alineados y donde se exigiría la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional. Los dos bloques se disputaron las alianzas ideológicas, económicas, financieras, comerciales y políticas de un Tercer Mundo naciente, que intentó escapar a las esferas de influencia formando ese bloque de los No Alineados. A pesar de los esfuerzos realizados por líderes como Nehru, Nasser, Nkrumah, Perón o Fidel Castro, el peso real de este “tercer bloque” fue escaso; los países del Tercer Mundo compartían algunas reivindicaciones de equidad y justicia internacional, pero sus gobiernos respondían a ideologías e intereses económicos muy diversos.
El Tercer Mundo se dividió en países adeptos a un modelo de desarrollo socio-económico bien de la modernidad bien de la revolución. La cooperación y la ayuda que recibían de los distintos centros de poder, amarraban la pertenencia de las distintas naciones del Tercer Mundo a la órbita de uno u otro bloque. Así nacieron las dependencias culturales, financieras, tecnológicas y militares, con las conocidas consecuencias devastadoras de luchas intestinas, violación de los derechos humanos, deuda externa y hambrunas.
 Paralelamente había comenzado la cooperación europea. Muchos de los cooperantes que retornaban a sus lugares de origen sintieron la necesidad de informar sobre la situación de los países del Tercer Mundo en los que habían trabajado. Personas y organizaciones humanitarias tenían como obligación moral explicar la explotación y padeceres del Sur para lograr el apoyo y la ayuda de la población de los países ricos. Había que paliar los desastres ocasionados por militares y políticos.
Había que informar y recaudar fondos para ayudas y cooperación. Así nacieron organizaciones europeas como Oxfam, Cafod, Christian Aid, Novib, y en el Estado español Cáritas, Manos Unidas, Intermón, Iepala y muchas otras. La Educación para el Desarrollo aparece ligada en sus orígenes al mundo de la cooperación. El concepto surge entre finales de los 60 y principios de los 70, dentro del trabajo desarrollado por la Organizaciones No Gubernamentales de solidaridad con el entonces llamado “Tercer Mundo”. Los años 60 constituyeron la primera década de una E.D. aún indefinida, dedicada a informar, recaudar fondos y comenzar la formación de recursos humanos en el Sur para capacitar profesionales en los campos de gestión, tecnología, producción agrícola, etc.

 Evolución de estrategias y conceptos
Podemos establecer una serie de fases por las que ha transitado la historia de la Educación para el Desarrollo ligadas a los paradigmas sobre el desarrollo a los que antes hacíamos referencia.
 El Asistencialismo
La primera en torno a los años comprendidos entre 1945-1965. Es en estas dos décadas cuando surgen las primeras iniciativas de “Cooperación al Desarrollo”, propiciadas por la necesidad de reforzar los lazos con los países del Tercer Mundo y contribuir a la mejora de la crítica situación en la que se hallan inmersos. Sin embargo, las intenciones explícitas de paliar las desigualdades evidentes no ocultan el carácte neocolonizador de las potencias donantes de ayuda que ven en la cooperación una forma de ampliar sus áreas de influencia dentro de lo que consideran grandes zonas geoestratégicas.
Organismos supranacionales como Naciones Unidas, con sus programas de Ayuda al Desarrollo; organismos financieros como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial, se ocuparán de establecer los términos de esa cooperación y los programas de ajuste a los que se someterán los países receptores. La característica fundamental de estas instituciones es su preocupación por lograr que los países del Tercer Mundo alcanzaran un cierto nivel de desarrollo.
Pero esto que podría ser considerado un acto de solidaridad responde más bien a objetivos políticos -ya hemos comentado la relación con la situación de “guerra fría”- y, sobre todo, económicos -necesidad de abastecimiento de materias primas, búsqueda de nuevos mercados, expansión comercial...-
Estas orientaciones se corresponden con la noción de Desarrollo imperante en esos momentos y que hemos caracterizado como Paradigma de la Modernización. Según este análisis teórico Desarrollo es igual a crecimiento económico. Siguiendo las teorías de Rostow se presupone que el subdesarrollo es una fase anterior al desarrollo -una fase de “atraso”. Favoreciendo un proceso de industrialización se facilitaría el “despegue” necesario para alcanzar las cotas de bienestar de los países del Norte. De esta forma, mediante fuertes inversiones de capital se conseguiría elevar el nivel económico de los países y acelerar su acercamiento al status de los países desarrollados.
Sólo hay, por tanto, un modelo de Desarrollo posible, el industrial capitalista. El sistema que lo sostiene se exporta, iniciando un camino hacia la homogeneización cultural e impidiendo la posibilidad de elegir, libremente, modelos alternativos. Se esperaba así, mantener de forma indefinida nuestro propio sistema cuya seguridad se veía seriamente amenazada por la existencia de un Tercer Mundo excesivamente empobrecido.
La cooperación realizada por la Organizaciones No Gubernamentales (ONGDs) no ponía en cuestión esta idea mecanicista del desarrollo, aún cuando difería de la llevada a cabo por los organismos internacionales y los gobiernos, tanto por sus conexiones con las capas populares de los países en vías de desarrollo, como por el tipo de proyectos y motivaciones de carácter más humanitario.
La acción de las ONGDs, en estos años -década de los 50 e inicios de los 60- es fundamentalmente asistencialista, solicitan de las sociedades y de los gobiernos “ayudas” económicas que mejoren la situación de los grupos más desfavorecidos pero sin cuestionar la validez del modelo de desarrollo del Norte, ni profundizar en las causas que explican la situación de subdesarrollo en la que viven las tres cuartas partes de la humanidad. De forma paralela, se observa una creciente preocupación por la desinformación y el desinterés existente en las sociedades del Norte acerca de la realidad del Sur. Esta constatación, junto a la presencia creciente en Europa de colectivos inmigrantes procedentes de naciones asiáticas, africanas o latinoamericanas, manifiestan la necesidad de acometer una labor de Educación para el Desarrollo.
Fueron las ONGDs quienes acuñaron el término y quienes se ocuparon de dotarle de contenido, conscientes de que la viabilidad de la ayuda y el éxito de los proyectos de cooperación dependían en buena medida del grado de sensibilización de las sociedades donantes.
En esos momentos, la Educación para el Desarrollo tiene como objetivo prioritario la difusión de informaciones sobre sucesos referidos al Tercer Mundo. Se trata de sensibilizar a la población y d acercarles a las situaciones dramáticas que viven las comunidades del Sur. Es un momento caracterizado por la proliferación de imágenes catastrofistas que pretenden conmover a las personas y hacer aflorar sus sentimientos humanitarios y caritativos
Este tipo de acciones más propias de ámbitos no formales, tiene su derivación al campo escolar y se concretan en las campañas del Domund, en el “bautizo de chinitos”... Son actividades, basadas en la recaudación económica, sin ninguna finalidad pedagógica. Además del interés específico por iniciar una cierta labor de sensibilización, esta tarea resultaba apropiada para la creación de estructuras de sostenimiento a los programas de cooperación realizados por las ONGDs.
La solidaridad
A finales de los 60 y durante la década del 70 tiene lugar una serie de sucesos que supondrán un giro en la concepción de la Educación para el Desarrollo. Cuestiones como el Movimiento de Mayo del 68, la guerra del Vietnam y la aparición en distintos países de movimientos revolucionarios van configurando un pensamiento crítico con lo sistemas político-económicos imperantes y abriendo la posibilidad de crear modelos de desarrollo propios y alternativos.
En 1972, con el título Los límites del crecimiento, se publica el primer informe del Club de Roma. En este documento se planteaban una serie de problemas que han generado un profundo debate aún no resuelto en nuestros días. En términos generales, se ponían en relación cuestiones como el crecimiento demográfico, el agotamiento de los recursos naturales, la crisis ambiental y el fenómeno del hambre. Si bien la preocupación de fondo era cómo racionalizar la gestión de recursos de forma que no impidiera el crecimiento económico sostenido, el Informe tuvo la virtud de tratar conjuntamente fenómenos que, hasta entonces, habían sido objeto de análisis por separado. Es quizá, si no el único, sí uno de los inicios de confluencia entre las preocupaciones sobre el Desarrollo y sobre el Medioambiente y, por tanto, entre la Educación para el Desarrollo y la Educación Ambiental. En el debate sobre el Desarrollo y en relación con el Paradigma de la Revolución, cobran auge las Teorías de la Dependencia. Samir Amín, Celso Furtado, Gunder Frank, entre otros demuestran la falacia del Paradigma de la Modernización.El subdesarrollo no es un estadio de atraso fácilmente superable a través de fórmulas tecnocráticas. Es la otra cara del desarrollo. El bienestar del Norte es posible a costa del empobrecimiento del Sur. Se empieza a hablar de la “desconexión”, el desarrollo será posible en la medida en que las sociedades del Tercer Mundo sean capaces de crear sus propias redes, de establecer sus propios mecanismos de mercado y de relación política, de defender sus particulares visiones culturales deshaciéndose de la dominación occidental.
En el terreno de las ONGDs, la actividad de la Educación para el Desarrollo es de denuncia por un lado, y por otro, de solidaridad con los movimientos revolucionarios de los pueblos oprimidos.
En el campo de la educación, tanto en el Sector Formal como No Formal, se persigue la comprensión global de los fenómenos de desarrollo/subdesarrollo. La información por sí sola no basta, es necesario comprender los mecanismos profundos, las claves que explican la interrelación entre ambas situaciones. Es el momento en el que se inicia la práctica de las campañas. Las temáticas pueden ser diferentes pero todas ellas pretenden mostrar la responsabilidad del Norte en la existencia del subdesarrollo, intentando superar las visiones eurocéntricas que, despreciando las aportaciones y la riqueza de otras culturas, muestran nuestro modelo como el mejor de los posibles.
Cuando la solidaridad y la crítica a los distintos modelos de desarrollo se asentaba en las prácticas de la Educación para el Desarrollo, comienza la década de los 80 que abriría una etapa de cambios profundos en la que todavía estamos sumergidos. Cae el muro de Berlín y se desarticula el modelo de la revolución. Se habla de un mundo interdependiente y, al mismo tiempo, de cómo se amplía la brecha que separa al Norte del Sur. El informe Brandt primero (1980) y el informe Brundtland después (1987), replanteaban las relaciones mundiales y el concepto mismo de desarrollo-subdesarrollo.
La Educación para el Desarrollo habló entonces de aldea global, de interdependencias, de un solo mundo y un solo destino.
CARACTERÍSTICAS
 La globalización
Los dos modelos que habían caracterizado esta etapa, han sufrido grandes transformaciones. La casi completa desarticulación de uno de los polos acelera el dominio del neo-liberalismo. La tercera etapa de la E.D. tiene lugar en el terreno delimitado por el Paradigma de la Competencia y por las resistencias que se conforman acordes con el Paradigma del Conflicto. A la conciencia de las personas del Norte y del Sur, sobre los problemas que presentan ambos paradigmas, se une la insatisfacción que provoca la sociedad de consumo. El círculo vicioso formado por el ciclo producción de bienes - consumismo - problemas ecológicos - pobreza, constituye una de las interrelaciones más sujeta a crítica de los últimos años, en la línea de cuestionamiento de nuestro propio modelo de desarrollo.
Al mismo tiempo, las tendencias teóricas y prácticas en los movimientos sociales destacan la globalización como el marco de análisis en el que cobran sentido no sólo los aspectos económicos sino los sociales y los políticos, la perspectiva ecológica, la feminista, la problemática que genera la carrera de armamentos y un largo etcétera.
Los sistemas sociales dejan de ser homogéneos, comienza a replantearse el sentido de nuestro modelo eurocéntrico, desconocedor de otras culturas y desvalorizador de otras realidades que no sean las propias. Se van afianzando las condiciones para promover una educación que fomente la tolerancia, la convivencia y la comprensión internacional. Desde esta nueva óptica, la Educación para el Desarrollo se va a convertir en una plataforma de análisis para la comprensión de estas dinámicas y sobre todo para el compromiso en la búsqueda de alternativas y en la transformación del modelo. La E.D. hace suyo el lema “pensar globalmente para actuar localmente”. Con este nuevo bagaje la E.D. llega a la educación formal, consciente de la necesidad de introducir estas problemáticas en la escuela y superar así las visiones eurocéntricas y androcéntricas imperantes en el marco académico.
Sin embargo, en esta década de los 90, los acontecimientos a los que estamos asistiendo no sólo resultan inquietantes sino que, en muchos casos, su análisis se ve dificultado por la variada multitud de elementos que entran en juego. Cuestiones como la Guerra del Golfo, la Guerra en la Ex- Yugoslavia, la caída de los países del Este..., vienen a demostrar la fragilidad y la crisis de los modelos dominantes al tiempo que evidencian la interconexión entre fenómenos aparentemente lejanos y nuestra vida cotidiana.
En el terreno de las teorías del desarrollo, el informe del Comité Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo Nuestro futuro común, conocido como el Informe Brundtland introduce el concepto de “desarrollO sostenible”, en consonancia con la preocupación ecológica, se entiende como tal el desarrollo “que satisface las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades.
[…] Se considera, pues, el desarrollo sostenible como un proceso de cambio continuo -en lugar de un estado de armonía fijo- en el cual la utilización de los recursos, la orientación de la evolución tecnológica y la modificación de las instituciones están acordes con el potencial actual y futuro de las necesidades humanas.”1. Este concepto introduce una primera crítica al mostrar cómo las tendencias desarrollistas actuales no sólo no producen un bienestar válido para el conjunto del planeta sino que además son intrínsecamente autodestructivas.
Junto a ello tenemos que destacar otra línea que nos habla del “desarrollo humano”. Este concepto acuñado por Naciones Unidas y plasmado en los Informes anuales que resumen el estado del mundo supone una crítica radical de las tendencias que basaban la medición del desarrollo en indicadores exclusivamente económicos como el PIB o la renta per cápita. El desarrollo no es tal si su consecución sólo lleva aparejadas mejoras económicas y a ello no se une la capacidad de satisfacer las necesidades globales de cualquier grupo humano. Cuestiones como salud, educación, seguridad alimentaria, equidad en la distribución de la riqueza entre naciones y al interior de los estados; equidad intergrupal (sexo, etnia, edad...) cobran importancia a la hora de evaluar el desarrollo de un país.Tras la cumbre de Copenhague se introduce el término de “desarrollo socialmente sostenible”. Por otro lado, desde la Conferencia sobre Población de
El Cairo, o la reciente de Beijing debiéramos hablar de un “desarrollo desde la perspectiva de género”.
Sin embargo el aumento de adjetivos no debe ocultar que el debate real se centra en la crítica radical al modelo de desarrollo existente y en la necesidad de un modelo alternativo que recoja todo este conjunto de intereses y perspectivas2.
En definitiva, de lo que se trata es de apuntar a un nuevo sistema de desarrollo donde la solidaridad tenga carácter universal e intergeneracional. El planteamiento que hoy en día se hace de los problemas del desarrollo va unido indisolublemente al concepto y práctica de la justicia. Una justicia relacionada con la distribución equitativa de la riqueza, con el aprecio y respeto de la diversidad cultural, con la superación de los modelos de la desigualdad.
No conviene olvidar que la construcción de este análisis teórico ha sido posible gracias a la aportación que los diferentes movimientos sociales (feminismo, ecologismo, pacifismo, insumisión, internacionalismo...) han realizado en su labor crítica y transformadora. Cuestiones como la dinámica sexogénero, desarrollo-subdesarrollo, medio físicomedio humano, paz-violencia estructural, se ofrecen como ejes desde los cuales aproximarnos al conocimiento de un sistema que se rechaza por ser Educación Informal globalmente insatisfactorio, reproductor de injusticias, generador de desigualdades, marginador de amplias mayorías y esquilmador de recursos. En efecto, un análisis más pormenorizado nos revela cómo se agudizan las contradicciones de nuestro modelo de desarrollo. La crisis ecológica ponen en entredicho los sistemas de producción y consumo. El avance del feminismo, con ser importante, no ha conseguido aún desarraigar los modelos androcéntricos imperantes que perpetúan la desigualdad entre hombres y mujeres. El aumento de los movimientos pacifistas no corre paralelo a la asunción de un sistema positivo de resolución de conflictos.
La lucha en defensa de los Derechos Humanos no ha significado un crecimiento de la justicia social en el mundo, ni ha desterrado las prácticas de racismo, violaciones y torturas.
Sin embargo, estos movimientos nos han aportado sus visiones del mundo, han establecido plataformas de análisis que han enriquecido los puntos de vista existentes. Todo ello ha contribuido a que la E.D. se haya complejizado cada vez más. El análisis socio-cultural del que parte la E.D. se construye a partir de esta variedad de perspectivas y asume la necesidad de contemplarlas en el momento de hacer propuestas educativas.

SOCIEDADES Y DESARROLLO. MODELOS Y PARADIGMA

SOCIEDADES Y DESARROLLO. MODELOS Y PARADIGMA
Guy Bajoit (1996), sociólogo de la Universidad de Lovaina, propone y describe cuatro modelos de desarrollo que ejemplifican los cambios de orientación y de significado de los tres conceptos - Desarrollo, Educación,Participación- en nuestras sociedades desde 1950 hasta nuestros días:
• La Teoría de la Modernidad.
• La Teoría de la Revolución.
• La Teoría de la Competición.
• La Teoría de los Conflictos.
  La Teoría de la Modernidad Según Bajoit, la Teoría de la Modernidad parte del supuesto de que es el desarrollo tecnológico el que genera el progreso de una sociedad. Gran parte de la planificación y gestión del desarrollo socio-económico dependen del Estado-Nación. Según esta teoría, las sociedades tradicionales son un obstáculo para el progreso y el bienestar que ofrece la modernidad. “En 1950 se pensaba que, para desarrollar un país, era necesario reemplazar la cultura tradicional por la cultura moderna...”
Bajoit (1996). En consecuencia, todos aquellos pueblos que abandonen las tradiciones “primitivas” y “oscurantistas” podrán recorrer rápidamente el camino del progreso. Este progreso está basado en los aportes científicos y tecnológicos que requieren educación y formación especializada y unas normas de participación que eviten o reduzcan el conflicto social. Es el modelo desarrollista definido por Rostow y propugnado por la mayor parte de los países capitalistas del Norte y del Sur. La modernidad, como el resto de modelos, genera estrategias de educación y participación social que sirven a la conservación y reproducción de sí misma. Basada en el alto nivel científico-tecnológico y en la administración del desarrollo por el Estado- Nación, crea cauces explícitos para regular las formas de participación social. Ésta se realiza de manera democrática en una estructura formal que da posibilidad de expresión a todas las tendencias y opiniones sociales pero que confía el mandato a los delegados de la mayoría, y la oposición a los  de los grupos minoritarios o fraccionarios. Paradójicamentela delegación de poder de la base a sus dirigentes hace que la democracia funcione de manera vertical, de arriba hacia abajo. No son los dirigentes quienes actúan según un mandato popular, sino que es el pueblo quién actúa según el mandato de las estructuras de gobierno.
La Teoría de la Revolución
La Teoría de la Revolución también es estatista, y se ha visto reflejada en la práctica en el modelo Comunista adoptado por estados-nación del Norte y del Sur. El Estado adquiere mayor protagonismo en la planificación de la producción y del proceso de industrialización. La Teoría de la Revolución también pretende el progreso tecnológico, pero sobre todo, encaminado al logro del progreso social. Como en el caso anterior, ve en las sociedades campesinas o tradicionales el obstáculo para el desarrollo. La Revolución también requiere una participación masiva, sobre todo, para la primera etapa, que es la conquista del Poder. Una vez que éste ha sido conquistado, también en este caso existe división de poderes y expresión popular que delega en los responsables del partido la dirección y gestión del Estado. La revolución se consigue con el pueblo, pero, el gobierno se realiza de forma vertical, predominando las razones de Estado sobre las razones del pueblo. El control del aparato de Estado por parte de un partido único limita las decisiones personales en beneficio de la extensión del bienestar comunitario, pero el proyecto común no es producto del consenso social sino de las decisiones del partido único.
La Modernidad y la Revolución tienen un fuerte componente tecnocrático según el cual, tanto el saber científico como el conocimiento social queda en manos de expertos. Para las grandes masas queda la formación elemental o lo que Freire definió como “Educación bancaria”. Los contenidos académicos y técnicos se transfieren directamente al individuo que permanece como consumidor pasivo de conocimiento, sin que tenga la oportunidad de ser un sujeto activo de su formación. Tanto en la Modernidad como en la Revolución, los canales de educación y formación son masivos. La educación puede estar en manos públicas, privadas, laicas o religiosas pero está regulada por el Estado. Se educa en la idea de progreso ligada al crecimiento económico, científico y tecnológico de la comunidad. Esta educación implica un rechazo explícito de las sociedades tradicionales y la adopción del modelo industrial de desarrollo. Este hecho resulta bastante claro si observamos las elecciones políticas y las transformaciones educativas realizadas por los países del Sur después de sacudirse el yugo colonial. Supone que la existencia del progreso exige el abandono de viejas mentalidades, abandono que sólo se logra educando en la modernización. No se educa para discutir y consensuar un modelo social del que se es partícipe, sino en el cumplimiento de las normas que rigen el modelo ya instaurado. Estas distorsiones son las que generan la desigualdad y el “subdesarrollo”, la desestructuración de sociedades y la lucha, a veces sorda, a veces violenta, entre el modelo original y el modelo impuesto o más recientemente adoptado.
La permeabilidad de las clases sociales, el prestigio y el aumento de poder no se generalizan a través de la educación, sino que ésta sirve de laberinto selectivo. Los sectores sociales privilegiados que conozcan mejor las ciencias, la tecnología o la gestión del poder serán los llamados a elaborar el proyecto de desarrollo social.
 La Teoría de la Competencia
La Teoría de la Competencia sigue el modelo de modernización industrial, pero reduciendo fuertemente el papel del Estado. Continua sosteniendo la idea de progreso, aunque, en este caso, el desarrollo y el bienestar quedan librados a las iniciativas de individuos o empresas cuya creatividad será incentivada por vía de la competencia. La Teoría de la Competencia está bien representada por las políticas puestas en marcha y defendidas por el Banco Mundial a través de sus informes anuales. Sus consecuencias, bien conocidas, son la expansión de la pobreza y la concentración de la riqueza en pocas manos. Se trata del liberalismo post-moderno que deja todo en manos del mecanismo auto-regulador, “el Mercado”. Este determina el volumen y la bondad de la producción, establece las normas de los intercambios, exige preparación tecnológica y confía en los aportes individuales al bienestar general. Paralelamente, señala a los corporativismos, a la intervención estatal y a los conflictos sociales como los elementos que obstruyen el camino del buen desarrollo.
La Teoría de la Competencia, basada en el comportamiento “natural” del Mercado, mantiene las estructuras de la democracia formal, pero las vacía de contenido. El poder de decisión y la construcción misma del modelo de desarrollo no depende de las instituciones estatales ni del destino manifiesto de un estado nación, sino de la máxima libertad individual, sólo limitada por otras voluntades más fuertes.
Hoy es más importante tener el control del capital financiero o de las grandes empresas y de los medios de comunicación, que lograr que gobierne un determinado partido político. El sistema neo-liberal permite la participación individual generalizada y, paradójicamente, conduce a la exclusión de mayorías y minorías de personas, regiones y países.
En nuestra sociedad, dice Miret Magdalena (1996) que “se nos ha convertido en borregos laboriosos, en idiotas habilidosos... caemos en la tentación de la evasión, de la no participación, en conseguir el hombre y la mujer light...”. La participación se atomiza, el proyecto comunitario no existe y el modelo de desarrollo es la resultante del choque de intereses, en los que, como en la selección biológica, triunfa el más fuerte.
Pero no sólo eso, sino que además, como señala Díaz-Salazar (1995) “cuando en la regulación moral de nuestras actitudes desaparecen los problemas de los países empobrecidos, nos introducimos en una cultura de la ceguera... nos comportamos como sabios ciegos... La parte de la tierra pretendidamente más avanzada y científica se convierte así en la más analfabeta mental, vital y moralmente”.
La Teoría de la Competencia exacerba la educación tecnocrática no generalizada. El Mercado determinará
 las necesidades y sólo algunos individuos podrán acceder al conocimiento requerido. Como no existe proyecto comunitario el sistema educativo que propugna es insolidario y de exclusión. Su mensaje educativo es que, el mejor proyecto social es aquel que carece de proyecto, es decir, aquel que pone todas sus fuerzas en el triunfo de las personas elegidas los magos de las finanzas, las grandes empresas multinacionales, las agencias informativas, los grandes científicos y artistas oficiales, etc-.
La Teoría de la Competencia impulsa una educación carente de valores colectivos, radicalmente insolidaria, que favorece el menosprecio por la diversidad. Según Díaz Salazar (1995) “no podemos esperar que exista solidaridad en una sociedad que no socializa a sus miembros en ideales morales altruistas, sino que los abandona e instala en una era del vacío”. Recubierta de apariencia democrática, propugna el Darwinismo social y una educación elitista y sectaria basada en la exclusión de los no aptos.
 La Teoría de los Conflictos
La Teoría de los Conflictos parte de la idea de que el desarrollo se genera dentro del conflicto entre distintos grupos sociales. La superación de las contradicciones y las nuevas dinámicas sociales se logran con la participación, cada vez mayor, de los Movimientos Sociales de Base. Relativiza la idea de progreso y revitaliza la de participación y distribución democrática del poder. Esta corriente está representada por las propuestas de Desarrollo Humano elaborados por el programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), a partir de la hipótesis de las necesidades de las personas. Por una vez en la vida, expertos del Sur y del Norte, nos dicen que los seres humanos somos más importantes que losindicadores económicos.
También aquí pierde algo de fuerza la idea del Estado pero, sobre todo, decae la credibilidad del partido único o de los partidos políticos enzarzados en un juego de democracia formal. Se reivindica una auténtica democracia de base, un modelo social tolerante y respetuoso con otras culturas. No apuesta por un desarrollo tecnológico a ultranza, sino que propugna la austeridad para compartir los bienes de que disponen los seres humanos.
La Teoría de la Competencia es el modelo dominante gobernado por las reglas del Mercado, mientras que la Teoría de los Conflictos representa las corrientes de resistencia social interna, regida por criterios de democratización de base. La sociedad basada en el reconocimiento y resolución de conflictos es, como se ha dicho antes, un modelo participativo de base para oponer resistencia al paradigma del Mercado y a la exclusión social o regional que este implica. En la teoría del Conflicto los canales de participación son considerados como una necesidad humana que la sociedad debe satisfacer.
Su empeño es el de mantener abiertas las vías de expresión para que las personas puedan sentirse partícipes del proyecto de desarrollo, para que puedan denunciar y corregir las injusticias, tanto en el contexto local como en el internacional. La resistencia interna a los procesos de dominación ha dado origen a otra versión de la Teoría del Conflicto que está centrada en la revalorización de la identidad cultural y/o religiosa de cada pueblo y se opone al proceso homogeinizador con todos los medios a su alcance. Esta lucha se manifiesta en los conflictos separatistas, interétnicos o anticentralistas que se están dando en el mundo como los que
 protagonizan kurdos, tamiles, hutus y tutsis, bosnios, serbios, chechenos, revolución iraní, fundamentalismo islámico, revolución chiapaneca, etc.
En la segunda variante mencionada de la Teoría del Conflicto se impulsa la participación masiva para fortalecer la identidad de la Nación, para oponer el valor de sus peculiaridades al de la homogeneidad. La paradoja es que la adhesión incondicional de la mayoría a la Nación-Cultura puede llevar al dogmatismo, a la exclusión de las personas disidentes. Sin embargo, la forma de resistencia monopartidista o religiosa es una manera de recuperar el sentidoromántico de patria, cultura, religión de un pueblo o nación que comparte esas características básicas.
No se pretende generalizar la homogeneidad pero sí garantizarla en el interior de una sociedad determinada. La idea legítima de defender la propia identidad puede transformarse en un proceso de autoafirmación logrado a través del rechazo y la negación de otras identidades  Sacudirse un modelo impuesto no significa necesariamente recuperar en toda su pureza un “modelo bueno de desarrollo tradicional”, ni contar con un nuevo modelo mejor.
Las sociedades de resistencia basadas en la identidad cultural o religiosa parecen propiciar modelos educativos al servicio de un proyecto común, que reivindica las raíces tradicionalistas, y que, en muchas ocasiones, significa un rechazo explícito de la modernidad. Este modelo educativo también es excluyente, pero no por motivos tecnocráticos, sino por razones culturales y religiosas.
El modelo de resolución de conflictos que favorece la participación de los sectores sociales de base y actúa en minoría dentro de los otros modelos de desarrollo ha impulsado siempre una educación popular participativa que pretende concienciar a las bases, hacer respetar la diversidad y desconfiar tanto de la modernidad como del tradicionalismo fundamentalista. La descripción del proceso evolutivo de los distintos modelos sociales que hace Ramonet es muy similar a la de Bajoit.
Junto al Paradigma de la Competencia, del Mercado, Ramonet coloca el Paradigma de la Comunicación como otro agente revulsivo de las relaciones locales e internacionales. Los medios de comunicación de masas son capaces de determinar o minimizar las acciones del estado y de los estadistas, de aupar o hacer fracasar las iniciativas empresariales, de distribuir el poder a través de las autopistas informáticas, o de ocultar información brindando imágenes y noticias uniformes distribuidas por un reducido núcleo de Agencias informativas.
El Paradigma de la Comunicación unido al del Mercado trae aparejada una serie de cambios bruscos como los originados por las innovaciones en las vías informáticas, que permiten el desplazamiento inmediato de grandes masas de capital provocando desequilibrios de consecuencias imprevisibles para distintas sociedades y geografías. La democratización de base también puede, según Ramonet, servirse del Paradigma de la Comunicación para fortalecer su resistencia y crear el embrión de un nuevo Paradigma. Por estas razones, propone abandonar la máxima utilizada por los Movimientos Sociales de Base: “Pensar globalmente y actuar localmente” y de “...invertir el aforismo: hay que pensar local y actuar global, porque precisamente las fuerzas que llevan el mundo son fuerzas internacionalistas...” (Ramonet 1996). El ejemplo reciente, pero ya clásico, es la presencia del los mensajes del Sub-comandante Marcos en las vías de Internet. Tanto Bajoit como Ramonet son conscientes de las contradicciones internas de cada modelo, generalmente provocada por la convivencia conflictiva de varios Paradigmas. Algunas de las contradicciones más notables son las que corresponden a los procesos de concentración, de unión de países en confederaciones que amplían los mercados y por otro, los movimientos centrífugos de “Balcanización” mundial en función de identidades culturales, lingüísticas o religiosas que provocan el resquebrajamiento de los Estados. Cada Modelo y cada uno de los Paradigmas presentados genera un tipo de sociedad al que corresponden sistemas de participación y de educación específicos. Optar por un determinado Modelo de Desarrollo condiciona, en gran medida, las posibilidades de participación, las ideas y las prácticas educativas. Esto es muy importante, porque impugnar o resistirse a un modelo implica inventar estrategias que desarticulen el viejo sistema y al mismo tiempo, sean capaces de construir uno nuevo. Es precisamente en este marco mientras están vigentes los dos modelos, donde se inserta la cooperación y también la educación al desarrollo.

DESARROLLO, EDUCACIÓN, PARTICIPACIÓN

DESARROLLO, EDUCACIÓN, PARTICIPACIÓN
Tres elementos básicos de la química sociocultural
El desarrollo, la educación y la participación siempre han formado parte de la historia de la humanidad. Todas las sociedades del pasado y del presente han establecido pautas para convivir, para aumentar las posibilidades de subsistencia de la comunidad, e incluso, para mejorar la calidad de vida del grupo y de los individuos. Los tres conceptos se constituyen en la red primaria de las necesidades más importantes que todos los seres humanos desean satisfacer. Evidentemente, no significan lo mismo en distintos períodos históricos ni tienen el mismo valor para comunidades o culturas diferentes.
Así pues, parece necesario hacer una serie de reflexiones introductorias sobre los tres conceptos tratados
para las personas dedicadas a la educación, a la cooperación o al trabajo en distintos ámbitos de la solidaridad local e internacional, de modo que no nos dejemos engañar por las apariencias de las palabras, cayendo en la trampa tan conocida de creer que basta con invocarlas para resolverlo todo. La historia social es una contradanza de avances y retrocesos, en la que no siempre es posible superar el conflicto entre intereses individuales y colectivos. Desde tiempos inmemoriales, la asociación en grupos ha sido una forma de protección y también una manera potenciar el desarrollo personal y comunitario. Las creencias, las prácticas sociales, las técnicas utilizadas por cada grupo humano, se han transmitido de generación en generación a través de un proceso educativo que lleva dentro de sí tanto el germen de la conservación, como el de la innovación. Expresarse, comunicarse, intercambiar conocimientos, enseñar y aprender comportamientos o ritos sociales, son elementos esenciales para la existencia. Es verdad que desarrollarse es una necesidad vital que comparten sociedades e individuos, pero no es verdad que todos los pueblos entiendan lo mismo por desarrollo, que valoren en igual medida la participación, ni que todos transmitan idénticas formas de conocimiento o unas pautas de comportamiento social aplicables a cualquier contexto.
De ahí que lo que es un buen modelo de desarrollo para unas sociedades no lo sea para otras; y que trasladar un modelo a otro contexto, sea por vía de la convicción y la cooperación, sea por vía de la imposición violenta, genera enormes distorsiones en ambos modelos, tanto en el original como en el que se le superpone. Dejando de lado la interacción de modelos y retomando los tres conceptos de desarrollo, educación y participación, podemos decir que un modelo de desarrollo será la resultante de los diferentes significados que cada grupo humano otorgue a cada concepto. Incluso, dentro de una misma cultura, el significado de cada uno de estos elementos puede ser ambiguo o cambiar radicalmente de sentido en distintos momentos históricos. Por ejemplo, el término “participación” parece indicar democracia, voluntad, acuerdo, compromiso para emprender libremente un proyecto común. Pero paradójicamente, muchas veces la participación masiva ha servido para refrendar un modelo social autoritario, excluyente, represor, basado en la adhesión a la norma por miedo a la libertad. Tal es el caso de las dictaduras europeas de Hitler, Mussolini, Franco, Salazar o Stalin. También “educar” es un concepto polivalente. Se invoca a la educación como la mejor inversión para el desarrollo social ya que, a primera vista, parece que es el instrumento adecuado para satisfacer las necesidades humanas de desarrollo y participación de una comunidad. Quienes son mejor educados, más sabios, de gustos y sentimientos refinados serán aquellas personas capaces de mejorar la sociedad en la que viven. Sin embargo, en diversas oportunidades, los grupos mejor educados han abusado del ejercicio del poder y, como consecuencia, han oprimido a distintos sectores, empobreciendo el desarrollo humano de su sociedad. El desarrollo industrial, que parecía la fórmula adecuada para elevar las condiciones de vida de las personas, es el que más ha explotado a la gente; sin duda es el que más ha contribuido al deterioro y despilfarro de los recursos, renovables y no renovables, del planeta. Por su veloz y violente expansión, es el modelo que más ha distorsionado otros modelos de desarrollo, y el que ha producido los procesos de aculturación más profundos y radicales.
Conviene recordar que los tres elementos con los que estamos tratando son muy complejos. No se pueden minimizar sus evoluciones en distintos contextos, sus posibles cambios de significado, si se quiere huir del reduccionismo simplista. Esta práctica, bastante extendida, sólo se conforma con producir slogans y consignas con la terminología al uso, y se parece muy poco al pensamiento crítico que queremos fomentar. Tras estas reflexiones, de la descripción y el análisis de cada concepto, es posible establecer algunas premisas básicas:
1. Hayan sido formulados con estas palabras o no, estos tres conceptos son inherentes a la vida social de los seres humanos de todos los tiempos.
2. Son nociones impregnadas de las categorías de espacio y tiempo que es lo que provoca no sean inmutables y que sus cambios de significado estén impregnados de historicidad.
3. Son términos polisémicos por definición, ya que no significan lo mismo entre distintas culturas
pertenecientes al mismo período temporal, ni mantiene el mismo sentido a través del tiempo dentro de una misma cultura.
4. El equilibrio entre los tres factores es inestable e implica siempre la consideración de sus elementos antitéticos: el estancamiento (no desarrollo), la exclusión (no participación), la ignorancia (no educación).
1.2. Los ejes de la mecánica social
Ignacio Ramonet (1996) sugiere que el origen de la caracterización conceptual del desarrollo, de la articulación de estructuras sociales y la transmisión de conocimientos, está ligado a los hallazgos de la leyes de la mecánica, que por analogía se utilizan para explicar el funcionamiento social. Para las culturas occidentales se puede situar el nacimiento de los tres conceptos que estamos analizando, entre los siglos XVII y XVIII, en el seno de las monarquías, sociedades autoritarias, de estructuras muy jerárquicas, cuestionadas por el pensamiento científico y filosófico de su época, en especial por los enciclopedistas franceses.
Los relojes, que tanto gustaban a Luis XVI, son aquellas máquinas perfectas a las que la sociedad debe emular para tener un funcionamiento sostenido y armónico. Para los pensadores del S. XVIII toda sociedad humana estaba organizada como una estructura de engranajes jerárquicos de gran precisión. Quedaba bien determinada la función que correspondía a cada estamento social. Romperlo significaba destruir el orden cósmico/social, o hacerle perder la cabeza a Luis XVI.
A finales del S. XVIII y comienzos del XIX, debido a los avances de las ciencias naturales, se sigue considerando a la sociedad como un reflejo de las leyes de la mecánica pero, no sólo de la mecánica del reloj sino de la perfección de los seres vivos. La jerarquía inamovible de la mecánica social se transforma en un organismo vivo. En él, las partes tienen un valor equivalente, más igualitario, menos jerarquizado que garantiza la armonía y el buen funcionamiento de todo el cuerpo social.
Las ideas de los enciclopedistas y fisiócratas, contribuyeron a hacer tambalear a las monarquías y los Imperios, proponiendo un modelo de sociedad basado en la libertad, la igualdad y la fraternidad. Era el embrión de la idea de ciudadanía, de participación democrática. Se debilita un orden social al tiempo que surge otro. La sociedad basada en la mecánica inalterable de la jerarquía tiene como oponente y sustituta a una sociedad funcionalista en la que los Estados reemplazan a los reinos. Si Luis XIV pronunció la celebre frase “El Estado soy Yo”, dos siglos después se invertía la idea y el Estado podía proclamar: “El rey soy yo”. Así, el orden social interno, la identidad cultural, las relacione con otros pueblos, las vías de participación, la educación y el proyecto de desarrollo se encarnaban en el Estado.
Es en la segunda mitad del S. XIX cuando se consolidan las ideas ilustradas, los espectaculares avances de la ciencia y la tecnología multiplican las posibilidades de desarrollo y generan el mito del progreso indefinido. En este proceso surgen las grandes contradicciones entre maquinismo y el Movimiento Obrero, la multiplicación de las riquezas y la explotación, los conflictos sociales internos y la expansión colonial. A todo esto se suma la concepción romántica del Estado-Nación, que otorga características antropomórficas a la Patria. Esta se convierte en una madre nutricia que ampara y a la que, al mismo tiempo, hay que defender. La Patria es un espacio físico acotado al que corresponde un paisaje, una cultura, unas costumbres, una lengua, un alma popular con la que todos sus miembros se identifican. Así se fragua la idea de Estado Nación al que se atribuye un destino manifiesto. En definitiva, todos y cada uno de los grupos sociales deben ser preparados para participar en la construcción de la grandeza de la nación. Cada nación enuncia claramente sus peculiaridades para distinguirse del resto por oposición. Las características propias de cada Estado-Nación, determinaron la elección de un modelo de desarrollo que en Europa y América fue el modelo industrial. Estimado bueno para sí mismo, este modelo, en el auge de su expansión, se impuso y fue perjudicial para otros pueblos, generando enfrentamientos entre distintas culturas, provocando la absorción o desaparición de unas por la acción de otras. Así, en nombre del progreso y la grandeza de la Nación, las potencias europeas se repartieron África. Con el supuesto propósito de sacar a otras sociedades del atraso y de introducirlas en la modernidad, este modelo de desarrollo practica la expansión colonial por medio de la cuál destruye y empobrece a otros, so pretexto de asumir la carga civilizadora del hombre blanco.
Desde 1776 hasta 1950, el desarrollo, la educación y la participación han vivido un proceso de cambio en muchas sociedades. En ellas, junto al desarrollo científico, económico y tecnológico, se ha visto crecer el nivel educativo y las exigencias en la formación requerida y, además, se han ampliado las posibilidades y mecanismos de participación social.

Desarrollo socioeconómico sostenible

Economía - 31/05/2006 0:00 - Autor: Alejandro Buschmann - Fuente: Oceana
Desarrollo socioeconómico sostenible
Si se da el caso de que el desarrollo económico no implica cambios sociales, es inevitable que con el tiempo emerjan conflictos sociales y por otra parte, el deterioro del medioambiente merme la capacidad productiva de países tales como Chile, que depende de sus recursos naturales. Por ello para alcanzar este paradigma de desarrollo sustentable es necesario que ecólogos, economistas e investigadores sociales ejerzan un trabajo común de cooperación e interacción.
Los sistemas ecológicos y los socioeconómicos están unidos por su dinámica y ésta es la clave para acoplar la protección ambiental y el crecimiento económico. El acoplamiento entre sistemas ecológicos sociales y económicos genera múltiples interacciones dependiendo de recursos limitantes, efectos antrópicos sobre el medioambiente, su capacidad de respuesta y las consecuencias sobre la población humana, entre otros. Todo ello determina la funcionalidad de sistemas de mayor nivel de organización (el ecosistema). Son estos sistemas complejos los que se deben tener en cuenta dado que los resultados de los cambios en frecuencia y magnitud pueden conllevar complejas situaciones para la humanidad y de muy difícil predicción. Un claro ejemplo de ello es el cambio climático que está afectando el planeta. El desarrollo económico provocó un deterioro ambiental de agudos efectos sociales. En consecuencia, está demostrado que los sistemas socioeconómicos y ambientales interactúan y pueden modificar las normas sociales cuando intentamos manejar nuestro futuro común. Por ejemplo, frente a una catástrofe natural, luego de exigir respuestas la población comienza a exigir soluciones. En ese contexto, será de especial interés analizar los cambios que producirán las generaciones venideras. La inequidad en estos procesos lleva sin lugar a dudas a aumentar la posibilidad de cambios en los sistemas sociales y económicos que rigen en la actualidad.
La protección ambiental requiere que los servicios humanos derivados del uso de los sistemas naturales sean tomados en cuenta a tiempo. Para ello es fundamental que las disciplinas mencionadas anteriormente (economía, ciencias sociales y ecología) y comprendidas en el paradigma de desarrollo sustentable tengan un trabajo interactivo potente. Se deben desarrollar mecanismos de confianza y cooperación para que todos tengan el sentimiento de que hay algo que ganar al fundir visiones diferentes, a veces encontradas, para alcanzar un desarrollo sustentable. Esto significa que no sólo se trata de estructuras de organización, ni de los recursos necesarios para enfrentar este problema. El desarrollo sustentable es aún una utopía que requiere muchísimo esfuerzo de las autoridades, técnicos en la materia y por sobretodo de la participación ciudadana.
Alejandro Buschmann es biólogo marino asesor de Oceana.